El segundo factor que debilitó al euskera, fue el desmembramiento del Ducado de Vasconia y, por otro lado, la división del Reino de Pamplona-Nájera, después de la muerte del rey Sancho Garcés III el Mayor, surgiendo de esta manera los reinos de Castilla y Aragón, que anteriormente habían sido condados. Si bien en sus orígenes, en el siglo XI, gran parte de la población castellana y aragonesa, así como sus primeros reyes, fueron vascoparlantes. Al avanzar hacia el sur la reconquista, más y más población mozárabe y, por lo tanto, latina, fue añadiéndose. Quedando el euskera desplazado gradualmente como vehículo de comunicación cotidiano en esos reinos.

El retroceso del euskara en Álava. Haga clic sobre la imagen para ampliar el mapaConsiderándose a partir de los siglos XIV y XV como una lengua propia del Reino de Navarra, como algo que había quedado de la dominación navarra de esas tierras. Las zonas vascófonas que fueron gobernadas directamente por legislaciones extranjeras, perderían gradualmente el euskera hasta desaparecer definitivamente; manteniéndose este idioma, únicamente, en los territorios que conservaron hasta época reciente la legislación foral vasca, es decir, las siete regiones vascófonas que comprenden actualmente Euskal Herria.

Aunque el sistema foral vasco sirvió de parapeto para preservar la lengua y cultura propias, no fue suficiente. Mientras en el País Vasco continental el gascón se llevó la peor parte de la expansión de la lengua francesa; en el País Vasco peninsular, al estar Castilla justo al sur del País Vasco, las regiones de Álava y de Navarra se llevaron la peor parte de la expansión de la lengua española, hablándose cotidianamente en la actualidad, en la mitad norte de Navarra y extremo norte de Álava. En el occidente de Vizcaya, se perdió el euskera coloquial hasta el río Nervión, fruto de la llegada masiva de inmigrantes de habla española, a la potente industria siderúrgica del occidente de Vizcaya, a partir de finales del siglo XIX y mediados del siglo XX.

Por otro lado, en épocas medievales, el euskera, fue considerado por el cristianismo como una lengua bárbara y pagana. Lengua y cultura latinas eran sinónimos de cristiandad, dado que la mayor parte de la población euskaldun era pagana. A medida que avanzaban las lenguas y culturas latinas, avanzaba el cristianismo. Todo estaba en contra del euskera. Es muy significativo que en la Edad Media, a partir del siglo XIV, se comenzara a prohibir lo judío, lo árabe y lo éuscaro, ya que representaban la religión hebrea, la islámica y la antigua religión pagana de Mari (9), que era la que procesaban mayoritariamente los vascos. Para más información sobre los decretos de prohibición del euskera a partir del siglo XIV visitar la página Historia del País Vasco.

(9) La antigua religión de los vascos: Mari (mári), también llamada Maia (máy-a), era la diosa suprema de la antigua religión vasca, su símbolo cósmico era el sol y su representación gráfica el disco solar llamado lauburu (laubúru; "tetracéfalo", éste símbolo lo puede observar en la parte inferior derecha de este párrafo). El lauburu puede variar de número de brazos pero el más extendido y conocido por todos los vascos es el de cuatro. Los discos solares con alguna que otra modificación pueden encontrarse en todas las culturas euroasiáticas antiguas, desde la península ibérica hasta Alaska e incluso en antiguas civilizaciones de América. Es común ver en las lápidas de los cementerios del País Vasco, que, en lugar de utilizarse cruces cristianas, se siga con la costumbre de esculpir en las lápidas la cruz vasca, el lauburu, El Lauburusiguiendo de esta forma el rito antiguo de la religión de Mari.

Las estelas mortuorias de la época romana nos muestran que casi cada poblado vasco poseía sus propios dioses diferentes al poblado cercano. Lo que refleja una falta de homogeneidad en el culto religioso de los antiguos vascos. Sin embargo, hasta la actualidad, a través de la tradición oral, nos ha llegado un culto a los antiguos dioses vascos, con nombres que se repiten en cualquier leyenda a lo largo de toda la vascofonía. Zonas que quedaron aisladas durante siglos, unas de otras, y que conservaron un sustrato religioso común.

Con el colapso de las estructuras imperiales romanas y el comienzo de las invasiones germánicas, en la zona pirenaica, ante la nueva situación, se da una reafirmación de lo vasco frente a lo latino. Una unión de las diferentes tribus vascas en contra de los germanos, que no sólo acarreó el surgimiento del euskera común para todos los vascos, sino también una uniformizacion del culto religioso, ya que las leyendas en torno a Mari, son comunes a un lado y a otro de los Pirineos. También en estas leyendas quedan restos de antiguos dioses como Ortzi (órtsi; similar al Thor escandinavo) con sus variantes Urtzi (úrtsi), Ost, Ortz (orts), Egu (égu), In o Inko (ínko), que están presentes en la raíz de los nombres de los días de la semana vasca como ostegun (ostégun; "día del cielo"; jueves) o eguen (egú-en;"[día] del cielo"; jueves, en vizcaíno ) o de accidentes meteorológicos como por ejemplo inar (iñár; "rayo de luz", "chispa"), inusturi (íñústurí; "trueno"), inontz (iñónts; "rocío"), ortziri (ortsíri; "trueno") u osti (ósti; "tormenta"), entre otros. Un culto al cielo, ya que este es el significado del nombre Ortzi y sus variantes, de claro origen indoeuropeo e introducido en las tribus vascas posiblemente por los celtas. Este culto fue, detrás del de Mari, el que estuvo más expandido geográficamente.

Es muy posible que el culto a Mari fuera extendido o reforzado en las zonas en las que ya existía por los vascones de Navarra, fruto de su liderazgo dentro de las tribus vascas. Esta expansión conllevaría la reafirmación de las deídades indígenas frente a las de origen foráneo. El culto religioso vasco de origen prehistórico y matriarcal, con muchas similitudes con el de la Creta minoica (también de origen prehistórico), representaba como diosa suprema a una deidad subterránea en contraposición con las indoeuropeas, en su mayoría deidades celestes y patriarcales. Un culto que, con el paso de los siglos, se fue enriqueciendo con influencias íberas y celtas, y que se impondría finalmente, en la época franco-visigótica, al resto de dioses vascos de origen romano, íbero o celta; y también al Ortzi indoeuropeo (deidad celeste) aunque sin hacer desaparecer a este último totalmente. En el Códice Calixtino realizado por el clérigo galo Aymeric Picaud en el siglo XII, en el cual se relataba su peregrinación a Santiago, indica que los vascos con los que contactó llamaban a Dios Urcia.

Mari toma, generalmente, formas zoomórficas en sus moradas subterráneas (toro, carnero, macho-cabrío, caballo, serpiente, buitre, etc) y forma humana fuera de ellas; una de estas es la de una mujer esbelta y bella, de largos cabellos, ataviada con una túnica roja que le llega a los pies, con una cinta de oro en la frente, sosteniendo un castillo de oro en su mano derecha y enroscado al rededor de sus piernas un herensuge (erénsugué; dragón), sobre el que se alza la figura de Mari. Sus moradas subterráneas se encuentran en los montes más altos del País Vasco (Anboto [ambóto], Oitz [óyts], Txindoki [chindóki]...). Cambia de morada cada siete años. Cuando cambia de morada, Mari, se convierte en una hoz de fuego que surca el firmamento generando un gran estruendo a su paso.

Montañas de Vizcaya. Las grandes montañas del País Vasco eran la morada de MariEsta religión contaba con una trinidad integrada por Mari y sus dos hijos Atarrabi (atárrabí; la representación del bien) y Mikelats (míkelách; la representación del mal), de los que surgían el resto de númenes y espíritus tanto benévolos como malévolos. Mari tenía un esposo que se llamaba Sugaar (sugáar; "Serpiente Macho", se tradujo al romance medieval como "Culebro"), que también era conocido con el nombre de Maju (máyu). El parecido entre el nombre de Maju y Maia (otro de los nombres de Mari) denota que Maju o Sugaar no eran más que la representación masculina de Mari, por lo que se expresaba de esta forma que todo ser existente provenía y formaba parte de la naturaleza de Mari.

Según la antigua religión vasca, cuando las tinieblas reinaban en la Tierra, los humanos suplicaron a Mari que les ayudara en la lucha contra los espíritus y númenes malévolos que les acechaban. Mari escuchando sus súplicas dio vida a su hija, Ilargia (illárgui-á; "la Luna"). Los humanos agradecieron su luz pero su luz no era suficiente para poder luchar contra el mal. Entonces los humanos pidieron otra vez a Mari que les otorgara algo que tuviera más luz y que pudiera vencer a las tinieblas. Mari creó entonces a su otra hija, Eguzkia (egúski-á; "el Sol". En la cultura vasca el sol es femenino); y de esta forma nació el día. Ningún espíritu maligno desde entonces acechó a los humanos durante el día. Pero cuando el Sol se sumergía en los confines de la Tierra, en Itsasgorrieta (ichásgorrí-etá; en los "Mares Bermejos") para seguir su curso por el mundo subterráneo, surgía la noche. El mal, al llegar la noche, salía de su guarida y seguía acechando a los humanos. Entonces los humanos pidieron a Mari que les diera algo para luchar contra el mal durante la noche y Mari creó el Eguzki Lore ( egúski lóre; "Flor del Sol", es la flor del cardo silvestre [Carlina Acaulis] ). Les indicó que nunca salieran de sus moradas durante la noche y que pusieran el Eguzki Lore en la puerta de sus casas para protegerles del mal. Desde entonces, los humanos que siguieron lo indicado por Mari, nunca más sufrieron el acecho del mal.

Estela con hiruburu (triskel) de la localidad de Juxue (Baja Navarra)Mari, de esta forma, dividió el mundo en dos: el mundo de los del día (egunekoak; egúneko-ák) o el de los vivos, el cual era iluminado por el Sol; y el mundo de los de la noche (gauekoak; gau-éko-ák) o el de los espíritus y almas de los muertos, iluminado por la Luna. Según las antiguas creencias en el Cielo se mueven los astros, los cuales, al ponerse en el occidente, se introducen en los Mares Bermejos (Itsasgorrieta) para seguir su curso a través del Mundo Subterráneo. Así, el Sol, que durante una parte de su curso alumbra al mundo de la superficie, luce durante la otra en el Mundo Subterráneo. El Sol y la Luna son divinidades femeninas, hijas de la Tierra (Mari), a cuyo seno van todos los días después de su recorrido por el Cielo.

Para los antiguos vascos el significado de la muerte no era tan lúgubre como puede resultar viéndolo desde la perspectiva occidental actual. Al fallecer una persona simplemente pasaba a formar parte de un estado existencial diferente. Se decía en aquellos tiempos que, Eguna egunekoentzat (egúna egúnekoentsát; el día para los del día [los vivos] ) eta gaua gauekoentzat (éta gáu-á gau-ékoentsát; y la noche para los de la noche [los espíritus] )". El espíritu Gaueko (gáu-ekó; "[espíritu guardián] de la noche") era el encargado de velar por esta norma aceptada por los antiguos vascos, ya que, si algún vasco merodeaba por la noche, era arrebatado de los vivos por este espíritu y pasaba a formar parte del mundo de los de la noche (los espíritus).

La religión vasca poseía unas normas de conducta sobre lo que es el bien y el mal, que debían ser cumplidas estrictamente por los vascos. Mari condena la mentira, el robo, el orgullo y la jactancia, el incumplimiento de la palabra dada y el faltar al respeto debido a las personas y a la ayuda mutua, así como acceder a las moradas de Mari sin permiso de ella. Los delincuentes son castigados por Mari con la privación o pérdida de lo que ha sido objeto de la mentira, del robo, del orgullo, etc.

También existía en esta religión un cielo y un infierno, aunque era diferente a la concepción del cielo y del infierno de las religiones judeo-cristianas. Cuando una persona fallecía, pasaba a formar parte de los de la noche. En la oscuridad era guiado por la Luna, que en euskera, como hemos indicado anteriormente, se dice Ilargia (traducido directamente: "Luz de los Muertos"), por un sendero que le llevaría hasta la gruta o cueva de Mari. El fallecido, en su camino, era protegido de los malos espíritus por el símbolo de Mari, el lauburu, esculpido en su lápida. Al llegar a la gruta de Mari viviría con ella y con todos sus antepasados eternamente, en paz, felicidad y abundancia en el Mundo Subterráneo. Este era el concepto del cielo para los antiguos vascos. Pero aquella persona que no hubiese obrado en el mundo de los vivos según las enseñanzas de Mari y hubiese hecho el mal al prójimo, aunque la Luna le Restos de un cromlech en el que se practicaban ritos de la religión vasca; al fondo, el monte vizcaíno Anboto, morada de Mariiluminase en su camino, estaría vagando y vagando eternamente, en la oscuridad, acechado por los malos espíritus (ya que el lauburu sólo protege a los que han obrado bien), hasta poder encontrar el sendero que le llevase hasta la cueva de Mari. Este era el concepto de purgatorio (estar vagando durante un tiempo buscando el sendero correcto) y el infierno (vagar eternamente en la noche sin encontrar el camino).

Como se puede observar es una religión de claro origen prehistórico dado que considera a la cueva como zona de paz, acogedora y protectora, el mejor sitio en donde vivir eternamente. Una creencia que proviene de un pasado remoto en el que los protovascos en las glaciaciones, tuvieron que guarecerse en las cuevas para evitar las frías temperaturas y de esta forma poder sobrevivir. Un miedo a vagar en la oscuridad (el infierno y el purgatorio) que tiene su origen en las frías noches glaciales, ya que todo aquel que no encontrase en el anochecer el sendero hacia la cueva en donde moraba la tribu perecería de frío. Una lucha por la supervivencia que quedó plasmada en la religión vasca, aunque los vascos hacía miles de años que ya no necesitaban guarecerse en las cuevas para poder sobrevivir al frío glacial.

Esta religión poseía unas normas de actuar en la vida muy similares a las cristianas, por lo que, aunque, aparentemente, debiera haber sido sencillo dar el paso de la religión vasca al cristianismo, el País Vasco fue la zona de la Europa occidental donde más tardiamente se arraigó definitivamente el cristianismo. La religión cristiana, en un principio, sólo tenía que adaptar la trinidad, dioses y espíritus vascos a la trinidad y santos cristianos. El culto a Mari, gracias al parecido en los nombres, pasó a ser un culto a la Virgen María. Hoy es el día que a la Virgen en euskera se le llama Andra Mari (ándra mári; "Señora Mari"), que era el nombre con el que era llamada la diosa Mari. Todas las vírgenes que existen en el País Vasco, así como sus iglesias, eran antiguas zonas de culto a esa divinidad. Sin embargo, el cristianismo se topó con la tenacidad de los vascos en no deshacerse de sus tradiciones y ritos ancestrales, lo que acarreó que, tardiamente, se arraigará totalmente la religión cristiana.

Ilargia, la diosa LunaDa cuenta de ello, que la denominación tanto de Jesús de Nazareth como de la gran mayoría de los santos cristianos no tengan traducción al vasco y, por tanto, se utilice directamente la denominación española (en el sur de la vascofonía), o francesa o gascona (en el norte) para designarlos; al contrario de lo que ocurre en el resto de idiomas europeos, que al tener el cristianismo una trayectoria secular en sus países han desarrollado sus propias formas. Como ejemplo de este hecho San Miguel de Aralar en Navarra, patrón de los vascos, que en euskera se dice Aralarko San Migel (arálarkó san miguél). El santuario de San Miguel de Aralar en Navarra fue, anteriormente, zona de culto de la antigua religión. Como excepciones algunos nombres de apóstoles introducidos tempranamente a través del latín vulgar o algunos nombres de santos del gascón, unas denominaciones que evolucionaron estructural y fonéticamente adaptándose a la lengua vasca.

Atraídos por las ventajosas ayudas dadas por los reyes de Navarra en la Edad Media hubo muchos hablantes de gascón que se asentaron en Guipúzcoa o en el norte de Navarra, fundando localidades como San Sebastián o Pasajes en Guipúzcoa. Siendo estos gascones de religión cristiana, sus asentamientos fueron focos cristianizantes en un entorno mayoritariamente de religión vasca.

Del gascón proceden los nombres de santos como Donostia (donósti-á; "San Sebastián"), Donibane (doníbané; "San Juan") o, por ejemplo, Doneztebe (donéstebé; "San Esteban"), en los que se ve la prefijación de don- que procede del latín dominus, tomando en euskera el significado de santo. La palabra dominus era un tratamiento de respeto romano equivalente a señor y su evolución española ha dado lugar a las actuales palabras don y doña ("domina"). La contracción don- procede de done y se utiliza, sobre todo, en nombres de origen gascón. Done se utiliza indistintamente para santos femeninos o masculinos. Se puede utilizar antepuesto o pospuesto. San Ignacio, por ejemplo, se puede decir Done Ignazio (doné Iñási-ó) o Ignazio Donea (Iñási-ó donéa).

Convivencia de tradiciones. La Cruz cristiana y el Eguzki Lore vasco en la puerta de un caserioÚnicamente los primeros santos de la cristiandad, cuyos nombres se introdujeron en el euskera a través del latín vulgar, reciben la forma jondoni como, por ejemplo: Jondoni Petri (yondóni pétri; "San Pedro") o Jondoni Jakue (yondóni yáku-é; "Santiago"). Jondoni procede de la contracción de las palabras jaun (yáun; señor) y done (dóne;"santo"). La forma san, de origen castellano, también puede utilizarse en euskera antepuesta al nombre del santo y, generalmente, es la más utilizada por los vascos.

A finales del siglo XIX para suplir la carencia de nombres vascos para designar a los santos, aplicando las leyes fonéticas vascas, se desarrollaron nombres como: Josu (Jesús), Miren (María), Kepa (Pedro), Joseba (José) o Andoni (Antonio), que si bien han tenido buena acogida a la hora de utilizarlos como nombres vascos de persona, no han tenido el mismo éxito a la hora de utilizarlos para designar a Jesús de Nazareth o a los santos, para los cuales se sigue utilizando la forma española, gascona o francesa, siguiendo, de esta forma, con la tradición.

La introducción definitiva del cristianismo, por tanto, vino de la mano de las lenguas latinas, la francesa o la gascona, en el norte de la vascofonía, y la española y también la gascona, en el sur. A medida que avanzaban las lenguas y culturas latinas iba desapareciendo la religión de Mari e iba extendiéndose el cristianismo. Según las crónicas de la época, todavía en el siglo XIV d.C., los señores de Vizcaya realizaban ofrendas a la diosa Mari para que pudieran gobernar con justicia y fortuna, dado que según las antiguas tradiciones vizcaínas el primer señor de Vizcaya fue concebido por Mari, y todos ellos, por tanto, descendían de esta deidad y eran protegidos por ella.

Si bien durante la baja Edad Media y comienzo de la Edad Moderna la religión "oficial" era la cristiana, las dos religiones siguieron conviviendo dándose un proceso de mestizaje análogo al ocurrido en otras partes de Europa, en donde el culto cristiano se fue enriqueciendo con los ritos locales precristianos.

La sierra de Aralar (entre Navarra y Guipúzcoa)Las zonas vascas que quedaban más aisladas de las autoridades eclesiásticas siguieron practicando abiertamente ritos como el Akelarre (akélarré; "Campo del Macho Cabrío) en los que se rendía culto al macho cabrío, una de las representaciones zoomórficas de la diosa Mari. El Akerbeltz (aker [ákerr; macho cabrío] + beltz [belts; negro]; macho cabrío de color negro ), según las antiguas tradiciones, ahuyentaba los malos espíritus, las enfermedades y era símbolo de fertilidad. Hoy es el día que en muchos caseríos del País Vasco, siguiendo la tradición, entre los animales de la cuadra, se dispone de un akerbeltz. Fruto del desconocimiento de las autoridades eclesiásticas de aquellas épocas de estos ritos y costumbres, dado su origen foráneo, y también por la necesidad de hacer desaparecer esta religión, se asociaron los Akelarres con ritos de adoración a Satanás, ya que en la iconografía cristiana se asociaba este animal con el culto al diablo.

Una asociación errónea que acarrearía paulatinamente una mayor persecución de esta religión, hasta que en el siglo XVII se perdería definitivamente, cuando las sorginas (10) fueron acusadas de brujería por la Inquisición.

(10) Las Sorginas: la palabra sorgina (sorguiña) procede de las palabras sortu (nacer, crear) y el sufijo -gin (hacedor/hacedora), por lo tanto, significa hacedora de nacimientos (matrona). Estas sacerdotisas de la religión vasca eran similares a los druidas celtas y eran las encargadas de las zonas de culto, de hacer las ceremonias, de sanar a la gente a través de hierbas y de traer al mundo a los niños. Según las antiguas creencias, las sorginas, a través de la energía mágica que mueve el cosmos, el Adur (adúr), daban vida a los niños que nacían, de ahí el apelativo de hacedoras de vida (sorgin).

Vascos que seguían procesando la religión de Mari y no la cristiana, así como cientos de sorginas, fueron acusados de brujería, siendo posteriormente quemados. A partir de entonces, la palabra sorgina, que significaba en euskera antiguo matrona, pasó a significar bruja.

El único rito de la antigua religión que se sigue conservando, muy mezclado ya con la religión cristiana y las tradiciones occidentales, pero que conserva su denominación original, es la celebración del Olentzaro, también conocido como Olentzero (oléntseró).

Olentzaro (oléntsaró; proviene de las palabras olendu [oléndu; anunciar] + aro [áro; estación, periodo] ) era un espíritu enviado por Mari a los humanos para anunciar la llegada de los solsticios de invierno y de verano. Un espíritu al que los vascos debían realizar ofrendas, para que, tanto el invierno como el verano, fueran benignos para las cosechas y la caza.

Representación del Akerbeltza (macho cabrío negro)Antiguamente los vascos sólo disponían en su calendario de dos estaciones: Negua (negú-a; invierno) y Uda (úda; verano). Udazkena (udáskená; "el final del verano"; otoño) y Udaberria (udáberri-á; "el nuevo verano", primavera) son estaciones que se añadieron posteriormente por influencia indoeuropea. Asimismo la semana vasca o Aste (áste; "comienzo [de la lunación]" ), regida por el ciclo lunar, comprendía inicialmente sólo tres días:

Astelehena (astélééna; "el primero [día] de la semana", lunes)

Asteartea (astéárte-á;"el [día] de la mitad de la semana", martes)

Asteazkena (astéáskená; "el último [día] de la semana", miércoles)

A esta semana vasca primigenia, por influencia indoeuropea, se le añadió otros cuatro días:

Osteguna (ostéguná; proveniente de: ost [cielo] + egu [égu; luz diurna], "[día de] la luz diurna del firmamento", jueves)

Ostirala (ostíralá; proveniente de: ost [cielo] + irargi [irárgui; variante de ilargi, luna], "[el día de] la luna del firmamento", viernes)

Larunbata (larúnbatá; proveniente de: lauren bat [láuren bat; cuarto [de luna] ], "[el día de] la media luna", sábado ]

Igandea (igándeá; "[el día del] plenilunio", domingo).

En algún dialecto pueden variar las denominaciones de algunos días, pero estos son los más extendidos en todo el País Vasco y las formas estándar del euskera batua o unificado.

Las hogueras de San Juan en Hondarribia (Guipúzcoa)Los ritos de fertilidad en honor a Olentzaro, con el paso del tiempo, han evolucionado a un rito similar al de Santa Claus o Papa Noel europeo, convertido en un carbonero, que baja del monte y trae regalos a los vascos en nochebuena; mientras que, en el solsticio de verano, su rito, se ha convertido en la festividad de la víspera de San Juan, en la que en todos las localidades vascas se realizan grandes hogueras para festejar la llegada del verano. Estas hogueras, en las antiguas tradiciones vascas, poseían una simbología purificadora y su objetivo era ahuyentar a los malos espíritus.

La existencia de la antigua religión, se ha conservado hasta nuestros días, gracias a la transmisión oral, de generación en generación, de parábolas y cuentos imbuidos en las antiguas creencias que los abuelos cuentan a sus hijos y a sus nietos.

 

 

 

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