En el año 196 a.C. llegaron los romanos a tierras del País Vasco, con los que los antiguos vascos vivieron en paz y en cooperación. Solamente se puede encontrar feroz oposición a la conquista romana en los aquitanos. Cuando los romanos atacan a los aquitanos, éstos, para pedir ayuda, no se dirigen a los galos, sino a los habitantes éuscaros del sur pirenaico, que a ellos les resultaban más próximos al ser culturalmente afines. Sabemos que esta ayuda surpirenaica les llegó de la mano de caudillos experimentados en la lucha junto a Sertorio y que entró en acción en Aquitania en el año 56 a.C. contra las legiones de César.
Vencidos los aquitanos en el 51 a.C., en el 31 a.C., al otro lado de los Pirineos, en la actual Kuartango (Álava), se libra la batalla de Andagoste entre el ejército romano y tropas indígenas de la zona, en la que salen victoriosos los indígenas. Tras las guerras cántabras (29 – 19 a.C.) y victoria de los romanos frente a astures y cántabros, toda la península ibérica había sido conquistada ya por Roma, estableciéndose la "Pax Romana" (Paz Romana).
El actual País Vasco formó parte del Imperio desde antes del cambio de era, mucho antes que otras provincias como Britannia o Dacia, por ejemplo, y que a diferencia de esta última mantuvo su antigua cultura ante la inmensa presión latina. Las tribus vascas se vieron divididas en dos grandes demarcaciones políticas, por un lado Hispania (autrigones, caristios, várdulos y vascones) y las Galias (aquitanos) y provincialmente entre la Tarraconense (Hispania) y la Novempopulania (Galias).
El euskara (la lengua vasca) tomó contacto con el celta en el siglo VIII a.C.; por otro lado, la influencia cultural íbera llegó a la ribera del Ebro de habla vasca con posterioridad, desde Cataluña, subiendo el curso del río Ebro. Es muy posible, por tanto, que los antiguos vascos consideraran a celtas e íberos como invasores y que, ante la llegada de otros invasores más poderosos que los anteriores, se aliaran con estos últimos para expulsarlos. Esta parece ser la razón por la que, desde la llegada de los romanos, la tribu de los vascones que habitaban Navarra no se enfrenta a la conquista, y participa en ella, lo que conlleva una expansión territorial de los vascones.
La expansión territorial vascona trae consigo la extensión del euskara hacia el sur (abundantes estelas mortuorias de la época romana con nombres vascos en el norte de la provincia de Soria) y afianzamiento de ésta hacia el este. En Aragón los vascones colaboran con los romanos en las guerras contra los celtíberos. Una vez derrotados en el año 72 a.C., la colaboración vascona fue recompensada por los romanos con la jurisdicción sobre amplios territorios del Aragón occidental. Estos territorios, al sur, llegaban a 15 km de Salduie, la que después de su conquista sería llamada por los romanos como Cæsar Augusta, la actual Zaragoza.
Después de la conquista romana, hubo vascos enrolados en las legiones romanas en sus guerras contra los britanos. Unas guerras acaecidas en lo que hoy en día es conocido con el nombre de Gran Bretaña. Habiendo sido encontradas lápidas mortuorias de la época romana, con nombres eusquéricos, cerca de Londres, antigua Londinium romana.
Se asentarían colonos romanos al sur de las tierras de estas tribus vascas y en zonas mineras como las de Somorrostro en Autrigonia (Vizcaya) o en las llanadas de Aquitania, lo que daría lugar a las colonias romanas de la Novempopulania (nueve pueblos), en lo que hoy en día se conoce como Gascuña. Unos asentamientos que darían lugar siglos después al surgimiento de las lenguas y pueblos latinos de Castilla y Gascuña, fruto de la romanización de la población vasca.
Tradicionalmente para explicar la pervivencia del euskera se ha considerado a los vascos como un pueblo primitivo, aislado secularmente del resto de los pueblos que le rodeaban y que no participó de la civilización romana, por ser una tierra de bajo interés económico para el Imperio Romano. Los hallazgos arqueólogicos en tierras vascas continuamente desmienten estas teorías, dado que demuestran que la romanización, en todos los aspectos, fue muy superior a otras tierras de la Romania. Aunque esta romanización fue más notable al sur de las tribus vascas, en las zonas costeras y en la Aquitania. Si pervivió la cultura vasca, fue por la colaboración y buen entendimiento con los romanos, no por un aislamiento que nunca existió. Si bien ayudó a esta supervivencia el que tardiamente se desarrollara el Mare Externum ("Mar Exterior"; Océano Atlántico) como zona económica de interés para el Imperio, lo que posibilitó que la zona vasca quedara al margen de los intensos flujos migratorios que se dieron en otras zonas de la península o en Aquitania (por su alto interés agrícola).
En las tierras vascas hubo minas, por ejemplo, en Arditurri (Oiartzun, Guipúzcoa), Banka (Baja Navarra), Lantz (Navarra), Eskoriatza (Guipúzcoa) o en Somorrostro (Vizcaya) donde se extrajeron minerales (hierro, plata...) para exportarlos a diferentes partes del Imperio Romano; producción de cerámica en Pamplona (Navarra) o en Donazaharre (Saint-Jean-Le-Vieux; Baja Navarra); producción de vino en Falces y en Funes (Navarra); industria de salazón en la Getaria guipuzcoana y también en la labortana (topónimo proveniente del latín Cetaria, "salazón"); termas romanas en Fitero (Navarra); calzadas que unían las principales ciudades vascas con Roma; puertos en la costa vasca como Oiasso (Irún, Guipúzcoa) que comunicaban con cualquier parte del Imperio. Otro ejemplo de esta falta de aislamiento y por contra, del comercio existente, se encuentra en el hallazgo de diversas monedas acuñadas en tierras vasconas por la administración romana, ya desde los primeros años de su dominación, y que han sido encontradas en diferentes partes de la geografía vasca (en la parte inferior izquierda denario vascón datado en la segunda mitad del siglo II a.C. ).
Anverso: Cabeza masculina barbada a derecha. Peinado con rizos de arcos pequeños juntos. Detrás la leyenda Benkota en escritura ibérica (población vascona de localización incierta).
Esta escritura era utilizada por gran parte de los pueblos de la península ibérica. Aunque de origen tartesio, fue utilizada mayoritariamente para escribir textos en íbero. Siendo el íbero, posiblemente, lingua franca peninsular para muchos pueblos prerromanos antes de la llegada de los latinos. En menor medida, como en esta moneda, también se utilizó la lengua celtíbera para escribir con caracteres ibéricos, dado que en esta zona el celta era la lingua franca. De ahí que las tribus vascas hayan pasado a la historia por su nombre celta y no por su nombre vasco.
Reverso: Jinete con espada a derecha. Debajo leyenda Baskunes (Vascones) en escritura ibérica.
Uno de los principales hallazgos arqueológicos de esta época, y que vuelve a rebatir las teorías de la pervivencia del euskera por falta de romanización, ha sido el reciente descubrimiento del puerto romano de Oiasso (u Oiarso), en la actual Irún. Irún se encuentra en la región de Guipúzcoa, el territorio en donde se conserva la cultura vasca con más fuerza. En esta localidad ha aparecido la estructura de madera del muelle y el varadero de la ciudad de Oiasso. Además, cerca de una necrópolis ya conocida, han aparecido unas termas; otras prospecciones dibujan un núcleo urbano de 12 a 15 hectáreas, con una planta reticular, en donde había almacenes, tiendas y talleres. Se cree que también poseía un foro y un teatro.
Oiasso era la base comercial de la rutas marítimas desde la que partía la distribución de mercancías hacia el interior, al valle del Ebro y a la gran calzada romana XXXIV, la Asturica Augusta (Astorga, León) - Burdigala (Burdeos, Aquitania). Hasta Oiasso llegaba también la calzada que partía de Tarraco (Tarragona), a través de Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). Las ánforas halladas en Oiasso demuestran que, incluso al final del Imperio Romano, el aceite y el vino de Bizancio (la actual Estambul turca) llegaban regularmente a los puertos atlánticos.
Oiasso, además de dedicarse al comercio marítimo y ser uno de los principales puertos del Mare Externum, se dedicaba también a la minería. En las peñas de Aia han localizado tres kilómetros de galerías romanas junto a las explotaciones modernas, unas minas que se dedicaban a la extracción de plata. El hallazgo de galerías de drenaje, notable ejemplo de ingeniería hidráulica romana, indica que había detrás toda una estructura administrativa.
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