Mapa de Autrigonia (que comprende gran parte de los territorios de la Castilla inicial o Bardulia), Caristia y Vardulia.
En la época prerromana y romana se llamó Bardulia o Vardulia a los territorios que habitaban los várdulos, que se extendían por la actual Guipúzcoa y parte de Álava. El hecho de que en la crónica de Alfonso III datada en el 910 se hable de “Bardulia, que ahora llamamos Castilla”:
“Eo tempore populantur Primorias, Lebana, Transmera, Supporta, Carranza, Bardulia quae nunc appellatur Castella” (“Entonces se poblaron Primorías, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, Bardulia, que ahora llamamos Castilla”).
Fue uno de los motivos de que surgiera “la teoría de la vasconización tardía”, que consideraba que había habido una conquista vascona de las tierras de los várdulos en el siglo VI d.C., que obligó a éstos a buscar refugio en tierras de Castilla. El hecho que el etnónimo várdulo, y que gran parte de los escasos nombres de dioses y personas atestiguados en aquella época, en los territorios de la actual Euskadi, sean de origen celta, llevó a considerar que la actual Euskadi estaba habitada por gentes de habla celta, que fue sustituida por gentes de habla vasca tras la supuesta conquista vascona. Una conquista de la que no existe constancia escrita, ni tampoco tiene presencia en la forma en la que están extendidos geográficamente los diferentes dialectos vascos.
Actualmente sabemos que la cultura celta (en la mitad oeste peninsular) y la íbera (en la mitad este peninsular) influenciaron culturalmente a todos los pueblos de la península ibérica, y que muchas de las tribus que fueron englobadas como celtas o íberas realmente no tuvieron porqué pertenecer a esas culturas, simplemente utilizaron sus lenguas para comunicarse entre pueblos de hablas diversas.
Según el catedrático en lingüística Javier de Hoz, experto en lingüística paleohispánica, el íbero era solamente lengua vernácula en parte de la actual Comunidad Valenciana, siendo utilizada en gran parte de la mitad este de la península ibérica sólo como lengua de intercomunicación.
Al ser las culturas celta e íbera las más desarrolladas de la península, los pueblos con una cultura menos desarrollada, como era el caso de los antiguos vascos, adquirieron palabras, dioses y nombres de persona de origen celta, es decir, se vieron influenciados profundamente por la cultura celta. Los vascones, por ejemplo, utilizaron la lengua celta en las monedas que acuñaron, dado que el celta era la lengua de intercomunicación en toda la cornisa cantábrica y con la meseta castellana. Ningún lingüista niega actualmente que en los territorios de los vascones se hablase euskara en épocas prerromanas, lengua que en los primeros siglos después de Cristo está atestiguada en piedra hasta el norte de Soria, fuera de los territorios bajo jurisdicción de los vascones. Territorios que en principio deberían haber sido de habla celtíbera y no vasca.
Existen topónimos latinos en nuestra tierra del comienzo de la dominación romana, a ambos lados de los Pirineos, que han evolucionado de la misma manera hasta la actualidad según rasgos fonéticos vascos, algo que no hubiera sido posible si la lengua vasca no se hubiera hablado desde la llegada de los romanos a ambos lados de los Pirineos. Uno de estos topónimos es tanto la Getaria guipuzcoana (perteneciente a territorio várdulo en la época romana) como la Getaria labortana (perteneciente a territorio aquitano). Ambos topónimos proceden del topónimo latino Cetaria, pronunciado en latín vulgar de la época republicana, el latín vulgar del comienzo de la romanización, como ketaria, con el significado de “industria de salazón”. Lo mismo ocurre con los topónimos de origen latino Gernika en Vizcaya o Girku en Álava.
El topónimo celta Vardulia, que fue utilizado tanto para denominar a la Guipúzcoa romana como a la Castilla inicial de la época medieval, significa “tierra fronteriza”, y esos dos territorios recibieron esos nombres celtas al ser ambos territorios fronterizos. Los territorios iniciales de Castilla, la Bardulia, fueron territorios disputados: primero, entre visigodos y vascones; después, entre asturianos y vascones; más tarde, entre leoneses y pamploneso-najeranos… siempre fue una tierra fronteriza en disputa hasta que Castilla, finalmente, se constituyera en reino.
El topónimo vasco Gipuzkoa procede del medieval Ipuzkoa (atestiguado en el año 1025 como Ipuçcoa), donde la palabra vasca iputz significa “borde, límite, frontera” más el sufijo toponímico de origen latino –oa con el signficado de: “tierra, comarca”, es decir, “tierra fronteriza”. El hecho de que el nombre celta Vardulia y el vasco Gipuzkoa signifiquen lo mismo, hace pensar a los expertos que Guipúzcoa pueda ser un topónimo que se ha mantenido en el tiempo desde épocas prerromanas. Los celtas lo único que habrían hecho sería traducir el nombre vasco a su lengua, siendo posteriormente este nombre celta adquirido por el latín. De esta manera, esta tribu y su tierra pasaron a la historia por su nombre celta y no por su nombre vasco. Algo que ocurrió también con el resto de nombres de las tribus vascas peninsulares, incluidos los vascones (del celta barskunes, “los montañeses”).
El latín adquirió los nombres de los lugares de la lengua de intercomunicación de la zona, el celta, y no del euskera. Al igual que actualmente el inglés, el latín de la época actual, toma los nombres del castellano y no del euskara.
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